Valora lo que tienes pues un día se irá, eso lo aprendí en silencio en el pasillo de un puto hospital.
lunes, 29 de octubre de 2012
Cuando empecé con todo -y cuando digo <<todo>> me refiero a la vida-, el suicidio no era más que un chiste malo. Era tan real como un unicornio. No, menos real incluso. Era tan real como la explosión que hacía saltar por los aires a un coyote de dibujos animados. Cien mil personas amenazaban con suicidarse cada día y a otras cien mil les da la risa porque, como los dibujos animados, es una amenaza divertida e inocua. Algo que ya se te ha olvidado antes de apagar la tele.
Luego pasé a considerarlo como una enfermedad que contraían otras personas si vivían en un lugar lo bastante sucio como para pillar la infección. Al igual que la gripe, solo mataba a los débiles. Si habías estado expuesto a la enfermedad no hablabas del tema, tampoco era cuestión de ponerle mal cuerpo a la gente.
En el instituto ya se convirtió en una posibilidad. No inmediata, sino una posibilidad comparable a decir que de mayor sería astronauta, cantante o cajera. Se convirtió en una posibilidad en plan <<yo de mayor seré un fiambre>>.
La vida era un pastel que tenía buena pinta en la bandeja de la pastelería, pero que al comértelo te sabe a sal y serrín.
Ya al final convertí el suicidio en un objetivo, en una recompensa por los servicios prestados. Todo tenía importancia y nada la tenía, y yo estaba harta de intentar averiguar como eran posibles las dos cosas. Me había propuesto hacer lo imposible, fuera lo que fuese, solo para descubrir que lo verdaderamente imposible era convivir conmigo misma. El suicidio se convirtió en una fecha de caducidad, en el día de después, cuando ya no tendría que seguir intentándolo.
Luego pasé a considerarlo como una enfermedad que contraían otras personas si vivían en un lugar lo bastante sucio como para pillar la infección. Al igual que la gripe, solo mataba a los débiles. Si habías estado expuesto a la enfermedad no hablabas del tema, tampoco era cuestión de ponerle mal cuerpo a la gente.
En el instituto ya se convirtió en una posibilidad. No inmediata, sino una posibilidad comparable a decir que de mayor sería astronauta, cantante o cajera. Se convirtió en una posibilidad en plan <<yo de mayor seré un fiambre>>.
La vida era un pastel que tenía buena pinta en la bandeja de la pastelería, pero que al comértelo te sabe a sal y serrín.
Ya al final convertí el suicidio en un objetivo, en una recompensa por los servicios prestados. Todo tenía importancia y nada la tenía, y yo estaba harta de intentar averiguar como eran posibles las dos cosas. Me había propuesto hacer lo imposible, fuera lo que fuese, solo para descubrir que lo verdaderamente imposible era convivir conmigo misma. El suicidio se convirtió en una fecha de caducidad, en el día de después, cuando ya no tendría que seguir intentándolo.
+No tienes idea de lo que significa la amistad.
-Yo quiero más que eso.
+Tú no sabes lo que quieres.
-Ni tú tampoco. Te asusta que alguien te deseé y quiera estar contigo.
+Y por qué debería asustarme?
-Por que no podrías refugiarte en tus libros, ni en tu telescopio, ni en tu fé. ¿Sabes por qué estás tan asustada? Por que tú también quieres estar conmigo.
-Yo quiero más que eso.
+Tú no sabes lo que quieres.
-Ni tú tampoco. Te asusta que alguien te deseé y quiera estar contigo.
+Y por qué debería asustarme?
-Por que no podrías refugiarte en tus libros, ni en tu telescopio, ni en tu fé. ¿Sabes por qué estás tan asustada? Por que tú también quieres estar conmigo.
jueves, 25 de octubre de 2012
domingo, 14 de octubre de 2012
domingo, 7 de octubre de 2012
Estar fuera adrede todo el día para no esperar inútilmente junto al teléfono.
Cuatro mensajes, cuatro llamadas recibidas. Cuatro posibilidades, Cuatro esperanzas.
Su voz, la idea de que a mi tambien me eche de menos,. de poder en un instante volver atrás, a entonces, volver a empezar... Sueño cada día por un instante.
La escucho con una sonrisa. Pero no puedo mentir, no a mí mismo. No era ésa la llamada que esperaba.
Cuatro mensajes, cuatro llamadas recibidas. Cuatro posibilidades, Cuatro esperanzas.
La escucho con una sonrisa. Pero no puedo mentir, no a mí mismo. No era ésa la llamada que esperaba.
Cuando estás mal, cuando lo ves todo negro, cuando no tienes futuro, cuando no tienes nada que perder, cuando... cada instante es un peso enorme, insostenible. Y resoplas todo el tiempo. Y querrías liberarte como sea. De cualquier forma. De la más simple, de la más cobarde, sin dejar de nuevo para mañana este pensamiento: «Ella no está». Ya no está. Y entonces, simplemente, querrías no estar tampoco tú. Desaparecer.
Nadie hace caso del agua que va después de la lluvia, cuando vuelve el sol.
Poco importa si sobre esa agua hay lágrimas después de haber llorado, por amor, por dolor.
El agua se evapora, vuelve al aire, a nuestros pulmones, respirando el viento que sentimos en la cara. Y las lagrimas vuelen a entrar en nosotros, como las cosas que hemos perdido, pero nada se pierde en realidad. Cada segundo que pasa, cada luna que surge no hace mas que decirnos ¡VIVE! Vive y ama lo que tu eres, como tu seas, por lo que seas. Mira en lo alto hacia el cielo, cierra los ojos. Y no te canses nunca de soñar. La vida es muy corta para no ser felices juntos .
- Pensaba en tí.
- ¿Y en que pensabas, si ni siquiera me conoces?
- ¿Y adónde has llegado?
- Lejos.
Todos hablamos mucho cuando nos cuentan cosas parecidas que les ocurre a otras personas. No sé por qué, pero nunca pensamos que puede sucedernos a nosotros y, en cambio, el día menos pensado.. pam! te toca a ti, como si te hubieras traído mala suerte tú sola. Tienes que arreglar cuentas con tu orgullo y tus ganas de seguir con él.. Pero que coñazo! Siempre he sido una negada en matemáticas Y ademas, en el amor no existen ecuaciones ni operaciones.. No existe el contable de los sentimientos o el asesor financiero del amo. ¿Que ocurre, que hay que pagar un impuesto para ser feliz? Si fuera verdad, lo pagaría a gusto... Lo peor de todo es que le echo de menos.
Nos reímos. Y seguimos riéndonos así. Hablando sin saber muy bien de qué ni por qué. Después decidimos colgar, prometiendo que nos llamaremos mañana. Es una promesa inútil: lo hubiéramos hecho de todos modos. Cuando pierdes tiempo al teléfono, cuando los minutos pasan sin que te des cuenta, cuando las palabras no tienen sentido, cuando piensas que si alguien te escuchara creería que estás loco cuando ninguno de los dos tiene ganas de colgar, cuando después de que ella ha colgado compruebas que lo haya hecho de verdad, entonces estás perdido. O mejor dicho, estás enamorado, lo que, en realidad, es un poco de lo mismo.
Es el momento de escribirte lo que nunca fui capaz de decirte, aunque sea tarde, escribir lo que ha sucedido en una carta que no te voy a mandar. Que no vas a recibir nunca. Que como tu me enseñaste, cuando acabe de escribirla la quemaré, los sentimientos se pondrán a arder, y ese dolor, cómo era... Ah sí, ese dolor no se te queda tan dentro. Esta vez solo quiero ser claro, sería un imbécil si no gritara que me he equivocado, desde el principio, contigo. He intentado avanzar sin apartar antes las cosas que lo impedían, agarrado al pasado, mirando para atrás, queriendo olvidar pero sin parar de recordar, empeñado en quedarme ahí. Qué locura no? En medio de hn lado y del otro, sin perdonar, sin perdonarme, sin avanzar.
Dónde está el secreto del futuro? Puede que esté en fijarse bien, en avanzar, mirar más cerca. Más. Tan cerca que lo borroso se vuelve nítido, se vuelve claro. Solo hay que dejar que las cosas pasen. Y ahora lo tendría claro. Aunque ya no depende de mí, si no de ti.
Dónde está el secreto del futuro? Puede que esté en fijarse bien, en avanzar, mirar más cerca. Más. Tan cerca que lo borroso se vuelve nítido, se vuelve claro. Solo hay que dejar que las cosas pasen. Y ahora lo tendría claro. Aunque ya no depende de mí, si no de ti.
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